Gracias por existir AMIGO, sin ti no soy nada.


Tengo amigos que no saben cuanto los siento mis amigos.
No perciben el amor que les devoto y la absoluta necesidad que tengo de ellos.
La amistad es un sentimiento más noble que el amor, ya que permite dividirse en otros afectos, mientras que el amor lleva intrínseco los celos, que no admiten rivalidad.

Y yo podría soportar, aunque no sin dolor, que hubiesen muerto todos mis amores, pero enloquecería si murieran todos mis amigos...
Inclusive aquellos que no perciben cuánto los siento mis amigos y cuánto mi vida depende de sus existencias...

A algunos de ellos no los busco, me basta con saber que ellos existen.
Esta sola condición me da coraje para seguir adelante en la vida.
Pero, porque no los busco con asiduidad, no les puedo decir cuanto los quiero.
Ellos no lo creerían.
Muchos de ellos están leyendo esta crónica y no saben que están incluídos en la sagrada relación de mis amigos.
Sin embargo, es delicioso que yo lo sepa y sienta que los adoro, aunque no se los diga y no los busque.

Y a veces, cuando los busco, noto que ellos no tienen noción de cuanto me son necesarios, de cuanto me son indispensables a mi equilibrio vital, porque ellos forman parte del mundo que yo, tímidamente, construí y se tornaron bases sólidas de mi encanto por la vida.
Si uno de ellos muriera, yo quedaría partido al medio. Si todos ellos murieran, yo me desmoronaría.
Por eso es que, sin que ellos lo sepan, yo rezo por la vida de ellos.
Y me avergüenzo, porque ese rezo es, en síntesis, dirigido a mi bienestar.
Ese rezo es, tal vez, fruto de mi egoismo.

A veces, me sumerjo en pensamientos sobre algunos de ellos.
Cuando viajo y estoy delante de lugares maravillosos me cae alguna lágrima por no estar ellos junto a mí, compartiendo aquel placer.

Si alguna cosa me consume y me envejece es que la rueda furiosa de la vida no me permite tener siempre a mi lado, viviendo conmigo, caminando conmigo, hablando conmigo, disfrutando conmigo, a todos mis amigos y, principalmente a los que sólo desconfían o tal vez, nunca sabrán que son mis amigos.

Por Vinicius de Moraes.

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